LA PRÓXIMA BRECHA NO ES DIGITAL, ES DE CONOCIMIENTO: CÓMO LA IA AMPLIFICA LA DESIGUALDAD Y UN PLAN DE ACCIÓN PARA LA DEMOCRATIZACIÓN INFORMACIONAL

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Autor: Carlos Figueroa, economista peruano. Comparto mis experiencias, análisis claros y métodos innovadores con IA generativa.

La desigualdad del siglo XXI ya no se mide solo por el acceso digital, sino por la capacidad de comprender y aprovechar la información que genera la inteligencia artificial (IA). Esta nueva brecha de conocimiento afecta de manera desigual a trabajadores, empresas y países, ampliando las disparidades ya existentes.

En el mercado laboral, la IA complementa a quienes cuentan con educación y recursos, pero amenaza con automatizar empleos en sectores vulnerables, profundizando desigualdades de género y de ingresos. En el mundo empresarial, especialmente en las PYMES, la baja adopción tecnológica no responde a desconocimiento, sino a barreras estructurales como presupuesto limitado, falta de talento especializado y dependencia de proveedores externos.

Superar esta brecha requiere un plan de acción integral. Los gobiernos deben impulsar políticas inclusivas como sandboxes regulatorios y programas de datos abiertos; la educación debe evolucionar hacia una alfabetización crítica, que enseñe a cuestionar sesgos, fuentes y usos de los datos; y las PYMES deben avanzar hacia una adopción gradual y accesible de la IA, aprovechando herramientas que optimicen procesos y mejoren la relación con sus clientes.

Además, la cooperación internacional juega un papel clave. El intercambio de buenas prácticas, marcos éticos comunes y proyectos de innovación compartida puede evitar que los países en desarrollo se queden rezagados en la carrera tecnológica. Si la IA se concentra solo en manos de las grandes potencias, la brecha de conocimiento global será aún más difícil de cerrar.

Finalmente, la ciudadanía debe ser protagonista en este proceso. Más allá de usar herramientas tecnológicas, es fundamental fomentar una cultura de participación activa y crítica, donde las personas entiendan cómo la IA influye en su vida cotidiana y puedan exigir transparencia, equidad y acceso justo a los beneficios que genera.

En conclusión, la IA puede ser motor de crecimiento equitativo o una nueva fuente de exclusión. El reto está en construir colectivamente las condiciones para que el conocimiento tecnológico sea un derecho compartido, y no un privilegio de pocos.

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